En un principio, Venezuela no estaba entre las principales preocupaciones del presidente estadounidense, Donald Trump. Durante la campaña presidencial, rara vez pronunció el nombre del país, y en ninguna ocasión para sugerir que entre sus planes se encontraba realizar intervención alguna.
Todo cambia en la primavera de 2017 después de una serie de encuentros entre Trump y su ex rival en las primarias republicanas, Marco Rubio, un senador por Florida de origen cubano. Cercano a los donantes del partido y a los votantes hostiles a La Habana y a Caracas instalados en Miami, parece que Rubio logra convencer a su interlocutor del interés electoral de adoptar una línea dura con respecto a Venezuela: lograr un cambio de régimen garantizaría, según él, revalidar la victoria en Florida, estado clave en las próximas elecciones presidenciales.
El presidente Trump anuncia en ese momento su intención de dar marcha atrás a la política de normalización (...)