La Tierra no es meramente un fragmento de historia muerta, colocada estrato sobre estrato como las hojas de un libro, para que la estudien sobre todo geólogos y anticuarios, sino que es poesía viviente al igual que las hojas de un árbol”. Lo escribió a mediados del siglo XIX el naturalista Henry David Thoreau en las páginas de Walden. La vida en los bosques, una obra cargada de luz y de sabiduría, una clarividente guía que el hombre de hoy, perdido en un mundo convulso, en medio de una realidad cambiante cuyos hilos se le escapan de las manos, debería más que conocer, beber a pequeños sorbos de gratitud.
Son muchos los que, movidos por intereses ya sean económicos o de otra índole, intentan quitar importancia al cambio climático. Los medios de comunicación ofrecen cada día testimonios que corroboran las egoístas posturas de quienes prefieren ignorar y permanecer ajenos a (...)
