Supongamos que, efectivamente, la urgencia sea hoy “salvar” a Grecia. A juzgar por el movimiento de ideas que al parecer aún prevalece, esto significaría impedir cualquier incumplimiento de pago del Estado heleno y mantener al país en la eurozona. No sólo porque sería catastrófico para los griegos incumplir cualquiera de estos objetivos, sino también porque las consecuencias serían devastadoras para el resto de Europa. En este sentido, salvar a Grecia sería beneficioso para los griegos y para los europeos en su conjunto. Aceptémoslo por un instante, y hagámonos la siguiente pregunta: ¿en qué condiciones sería posible?
Supongamos que, en el mejor de los casos, Atenas logra restablecer sus finanzas públicas de aquí a tres o cuatro años, de manera que la deuda no supere el equivalente al 200% del PIB (Producto Interior Bruto). Lo que no es nada fácil: actualmente ronda el 160% del PIB, y el déficit presupuestario registrado en (...)