“Cada mañana, cuando me despierto, bebo un vaso de etanol”, bromeaba durante el pasado otoño el republicano John McCain. Esas declaraciones de campaña electoral provienen de un senador que hasta 2006 había sido un feroz opositor a los agrocombustibles, y sobre todo, a las subvenciones que apuntalan el desarrollo de esa industria naciente basada en el maíz. Pero, para ganar la investidura de su partido, era indispensable defender la causa del etanol en los Estados del Midwest. Hillary Clinton también se convirtió a la causa, mientras que su rival dentro del Partido Demócrata, Barack Obama, representante de Illinois, mostró ser el más ambicioso en la materia.
El entusiasmo de toda la clase política estadounidense por los agrocombustibles, resulta más que lógico en un país que hizo de esa industria un elemento clave de su soberanía energética. Si la ley sobre la energía votada por el Congreso estadounidense a finales de 2007 (...)