Todo el país tiene que agradecer a hombres como Eladio de Juan (protagonista-autor de estas memorias) su silencio de cuarenta años, con el que consiguieron forjar una juventud equilibrada, renegando día a día de Franco, pero en silencio, asumiendo unas canas prematuras, pero dando cobijo a sus familias, a las que nunca les faltaría ni un buen plato de comida, ni una educación digna, ni una casa para forjar su futuro. Las heridas se las lamían en soledad, siempre en silencio. Fue el mismo silencio que guardaron cuando murió el dictador y vino la llamada Transición. La generación de la guerra, ya con cincuenta o sesenta años, repitió su silencio y renunció a la revancha para que sus hijos y sus futuros nietos vivieran el presente y miraran al futuro con optimismo. La generación del silencio.
Eladio se enroló a los dieciocho años con El Campesino, en pleno Frente de Madrid, (...)