Es necesario mirar con otros ojos, recomienda Sófocles. Pero, ¿qué hacer frente a determinadas situaciones? Una simple serie de retratos nos sumerge en el dolor. Me veo allí cuando tenía siete u ocho años y eso me desespera. Nunca hubiera querido que muriese, desapareciera, se esfumara en el tiempo ese muchachito de pantalones cortos que fui. Nunca podré aceptar que esa perrita a los pies de mi abuela haya visto lo que vio, sin tener fuerzas para defenderse, ladrarles a los asesinos de su dueña.
Nunca, se dice el hijo del exiliado, veré lo que no vi, aquello de lo que me privaron y que sólo conozco a través de los “se cuenta”, “se recuerda”, “se llora”, “se canta”.
¿Dónde está el error? ¿Dónde está el terrible meollo? En esas calles, esos árboles, esas tumbas removidas, esa multitud que se manifiesta un 24 de abril para proclamar alto y fuerte: ¡murieron para (...)