Irmgard Schulz quita su mirada de los carteles del sindicato alemán Ver.di –el sindicato unificado del sector de servicios– pegados en la pared de la sala de reuniones, para levantarse y hablar. “En Japón –cuenta–, Amazon acaba de adquirir algunas cabras para que pasten en las inmediaciones de uno de sus almacenes. La empresa les colgó la misma tarjeta que llevamos nosotros en el cuello... No le falta nada: el nombre, la foto, el código de barras”. Estamos en la reunión semanal de los empleados de Amazon en Bad Hersfeld (Hesse, Alemania). Con esta sola imagen, la empleada de logística acaba de resumir la filosofía social de la multinacional de ventas “en línea”, que ofrece al consumidor comprar en un par de clics y que le envíen en cuarenta y ocho horas un escobillón, las obras completas de Marcel Proust o un motocultor.
Cien mil personas por todo el mundo se (...)