“Es triste… Ya no es lo mismo”. Nicole pasea una desconsolada mirada por la rotonda de Massibrand, anteriormente ocupada por los “chalecos amarillos” de Ardèche. El mistral de enero hace restallar una escuálida bandera sobre algunos palés amontonados. “Hemos tenido que trasladarnos al terreno de un particular, pero está separado de la carretera. Somos menos visibles y eso nos hace perder gente”. Poco después del discurso del presidente de la República, el 10 de diciembre de 2018, excavadoras, buldócers y fuerzas del orden entraron masivamente en las rotondas. De inmediato, surgió entre los “chalecos amarillos” un vocabulario militar, con nombres de rotondas que eran como los de tantas batallas: “Nos replegamos a Chanaleilles”, “Mañana retomamos Orcival”… Desde las rotondas, se observan en la lejanía numerosas instalaciones incendiadas, resultado de una política de tierra quemada. “La rotonda transmitía calidez. Pasábamos cuando queríamos, estaban los gritos, los abrazos”, prosigue Nicole. “Alguien lanzaba (...)
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El movimiento social más duradero de las últimas décadas en Francia
Un año con los “chalecos amarillos”
El movimiento de los “chalecos amarillos”, que surgió en noviembre de 2018, continúa con sus movilizaciones con un seguimiento desigual. Otras causas se han sumado rápidamente a la defensa del poder adquisitivo: el medio ambiente, la lucha contra la violencia policial o el referéndum de iniciativa ciudadana. El poder, ya desestabilizado el año pasado, teme que su reforma de las pensiones reavive el fuego bajo las brasas.
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