Sábado 21 de septiembre de 2013, un pequeño comando que operó en nombre de los shebab –abreviación del movimiento islamista somalí Harakat Al-Shebab Al-Mujahideen–, entraba al centro comercial de Westgate, en Nairobi, Kenia, y abría fuego contra la multitud de clientes que estaba haciendo sus compras. Atrincherados en el laberinto de locales, los atacantes mantuvieron el lugar sitiado durante cuatro días y mataron a cada persona que tuvieron a su alcance. No solo las autoridades de Kenia no lograron detener la masacre, sino que fueron incapaces de identificar a los miembros del comando, de impedir su fuga o incluso de detener a uno solo de ellos. Más de un mes después de los hechos, la incertidumbre sigue siendo total, incluyendo el número de víctimas.
Si bien los acontecimientos fueron percibidos ante todo como un ataque de “terroristas islámicos”, hay dos dimensiones que por lo general han sido subestimadas: por un lado, (...)