La emergencia del Movimiento del 15-M y su éxito simbólico como fuerza social capaz de hacer frente al “sentido común” dominante –el de la resignación frente al “estado de excepción” económica y social- y de modificar la agenda mediática y política en plena campaña electoral constituyen sin duda un acontecimiento en el sentido fuerte del término. Se trata todavía de un nuevo sujeto en proceso de construcción pero en poco más de un mes ha logrado ya generar un ciclo de movilización sostenida frente a una “clase política” y unos poderes económicos no elegidos que han vaciado de contenido una democracia cada vez más formal. Su transformación en movimiento con vocación de permanencia puede convertirle en un factor determinante del proceso de recomposición del conjunto de movimientos sociales y de las izquierdas.
Pero lo más relevante es que esa protesta ha sido protagonizada por una nueva generación que ha entrado en (...)