Para cualquiera que navegue en mar abierto, es bien conocido el poder y la imprudencia de la flota pesquera china. Cuando en 2019 embarcamos durante una semana en una patrullera de la guardia costera de Gambia que navegaba a más de 150 kilómetros de la costa, pudimos presenciar el abordaje en alta mar de una quincena de buques extranjeros acusados de violaciones de la legislación laboral y de pesca ilegal. A excepción de uno, todos los barcos eran chinos. A principios de ese mismo año, durante el mes en el que viajamos a bordo de un barco de palangre que había partido del puerto chileno de Punta Arenas para capturar bacalao antártico en el océano Antártico, no nos cruzamos prácticamente con nadie durante nuestra travesía, a excepción de una docena de barcos de pesca al cerco chinos, en un estado avanzado de deterioro.
En agosto de 2020, se localizaron más de (...)