El 2 de diciembre de 2016, en el Centro Internacional de Deauville, Emmanuel Macron desgrana en inglés las propuestas de su programa por la igualdad entre mujeres y hombres. “Es una prioridad absoluta permitir que las mujeres accedan a los puestos de mando en el ámbito de los negocios, en el ámbito político”. La mayor parte de quienes asisten son mujeres empresarias y políticas. Es la primera vez en sus once años de existencia que el Women’s Forum for the Economy and Society (WF) invita a un aspirante a la presidencia francesa. Menos de tres semanas después, dos de sus líderes firmarán el llamamiento “Ellas marchan”, en apoyo a la candidatura del exministro de Economía.
El WF, bautizado por la prensa como el “Davos de las mujeres”, se ha granjeado una considerable influencia desde su primera edición en 2005. Cada año, el evento es el punto de encuentro de una miríada de organizaciones y redes que agitan, ante la propia patronal y ante los poderes públicos, la cuestión del acceso de las mujeres a los puestos de dirección económica. Este “feminismo de mercado”, en palabras de la socióloga Sophie Pochic (1), llega a Francia a principios de los años 2000. Surgido en Estados Unidos ya en los años 1980, las filiales francesas de multinacionales estadounidenses lo introducen en Francia. “En Estados Unidos, esa alianza es algo natural –explica Françoise Picq, historiadora, socióloga del feminismo y exmilitante del Movimiento de Liberación de la Mujer (MLF, por sus siglas en francés)–. Al tratarse de un sistema capitalista, se busca el dinero ahí donde está. Las acciones se financian mediante recaudación de fondos o a través de grandes fundaciones”.
En 2007, había en Francia un escaso centenar de ese tipo de redes que abogan por el acceso de las mujeres a los más altos cargos (2); hoy en día son más de quinientas, según el Círculo InterElles (3). El desempeño de este club, fundado en 2001 por directivas de France Télécom, IBM France, Schlumberger y GE Healthcare, “ha redundado en beneficio mutuo: ofrece un espacio participativo para fomentar el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad, y también brinda visibilidad a empresas multinacionales”, explica Pochic.
El primer tanto que se apuntó su discreto lobbying fue la adopción en 2011 de la ley Copé-Zimmermann. Esta ley obliga a las empresas privadas y públicas con más de 500 trabajadores permanentes y un volumen de negocios de al menos 50 millones de euros a tener como mínimo un 40% tanto de hombres como de mujeres entre sus gestores. Esta obligación no se aplica a las juntas ejecutivas y directivas: siendo estas instancias las que tienen el verdadero poder de decisión, solo contaban con un 17,9% de mujeres en 2019 (4). Asimismo, Engie es actualmente la única empresa del índice bursátil francés CAC 40 dirigida por una mujer: Catherine MacGregor, que asumirá el cargo a principios de 2021, en relevo de Isabelle Kocher. Aun así, Francia es a día de hoy uno de los pocos países –junto con Noruega desde 2003, Italia desde 2011 (y el estado de California desde 2018)– en haber adoptado tales cuotas. Puede así hacer gala del mayor índice de feminización en las juntas directivas de grandes empresas, que pasó del 8,5% en 2007 al 43,6% en 2019 (5).
El feminismo abanderado por las elites no es ninguna novedad: desde las sufragistas que, ya en 1903, lucharon por el derecho al voto de las mujeres hasta la exministra Simone Veil, pasando por la periodista y autora Hubertine Auclert, ha sido partícipe de grandes avances por la igualdad. “En la historia del feminismo, siempre ha habido mujeres de clase alta”, señala Picq. Desde siempre ha habido corrientes opuestas, y hasta enfrentadas. “Ya en el siglo XIX, se reprochó a algunas mujeres no ser más que unas burguesas que querían beneficiarse de los privilegios de su clase. Algunas de ellas querían situarse al margen del movimiento social. No querían aliarse con los sectores feministas de los sindicatos, que abogaban por una alianza con el socialismo. Pero se trataba en ese caso de intelectuales, de inconformistas que escribían o se manifestaban en contra de la esclavitud”.
Como para evitar cualquier confusión con las organizaciones feministas o sindicales “radicales”, Aude de Thuin, fundadora del WF, lo define como una “empresa comercial, a imagen de Davos” (véase el recuadro de la página 25). Si bien el encuentro anual se benefició desde sus comienzos del “patrocinio” de multinacionales (Engie, McKinsey, Sodexo o Renault, cuyo expresidente Carlos Ghosn fue uno de los primeros en apoyarlo), la empresa organizadora del foro, Wefcos, presentaba en 2019 un volumen de negocios de 6,6 millones de euros. Cabe decir que la cuota de inscripción es especialmente elevada: entre 3.000 y 4.000 euros para dos o tres días de conferencias, multiplicados por entre mil y dos mil participantes.
Este modelo económico ha sido fuente de inspiración para otras organizaciones, que van tejiendo la red de un feminismo empresarial cada vez más estructurado. La Jornada de la Mujer Digital (JFD, por sus siglas en francés), que participa regularmente en las conferencias organizadas por el WF, promueve a las creadoras de startups del mundo digital. “Nuevas heroínas”, en palabras de su cofundadora Delphine Remy-Boutang, que cuenta con el apoyo financiero de un puñado de empresas que cotizan en el índice bursátil francés CAC 40, como Total, Orange o L’Oréal, pero también de empresas estadounidenses como Google o Microsoft. “No somos una asociación, sino un negocio rentable”, remacha, en la misma línea.
El principal argumento para defender el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad es que la igualdad supondría beneficios económicos para las empresas y, más generalmente, contribuiría al crecimiento. Según Boris Janicek, exejecutivo de L’Oréal y copresidente del Club XXIe Siècle, que promueve la diversidad en las empresas, la igualdad tiene “un verdadero valor económico”. Celebra, por ejemplo, que el banco Goldman Sachs haya decidido dejar de acompañar, a partir del mes de julio de 2020, las actividades bursátiles de empresas cuya junta directiva no cuente por lo menos con una mujer o una persona “procedente de la diversidad”. Asegura que “esto no se adscribe a una lógica altruista o de responsabilidad social de las empresas. La cuestión de las mujeres está muy vinculada con la de los valores productivos. En las compañías lideradas por mujeres o personas de diversos orígenes, la valoración de la empresa aumenta en un 44% en cuatro años, frente al 13% en los demás casos”.
Consultorías de renombre como EY o McKinsey hacen suya esta tesis, defendiendo la idea de que “la igualdad beneficiaría al mercado y el mercado a la igualdad”, detalla Pochic. El segundo de estos dos organismos trata de demostrarlo cada año a través de su estudio “Women Matter” (“Las mujeres importan”), publicado en asociación con el WF. Se preconizan métodos estandarizados en el mundo entero, válidos tanto para instancias privadas como públicas: el monitoreo (con indicadores cuantitativos), el networking (creación de redes de mujeres ejecutivas), el mentoring (tutoría individual), etc. “Esta retórica fomenta dispositivos individualizados y selectivos para una minoría de asalariadas o empresarias ‘de alto potencial’, ‘talentosas’ o ‘sobresalientes’, que reciben un trato distinto al de la masa de las trabajadoras de a pie”, analiza Pochic.
Desde que la ley Copé-Zimmermann abriera el camino, la atención prestada por las autoridades a los círculos de empresarias ha ido in crescendo. Pero ha sido bajo la presidencia de Macron cuando dichas redes han triunfado. Varios miembros de sus gobiernos han sido invitados al WF, como la exministra de Trabajo Muriel Pénicaud, la actual ministra delegada encargada de Industria, Agnès Pannier-Runacher, así como la cofundadora de La República en Marcha, Astrid Panosyan. En octubre de 2019, Marlène Schiappa y Cédric O, entonces secretarios de Estado, ella para Igualdad, y él para el Sector Digital, encomendaron una misión a la directora ejecutiva del WF, Chiara Corazza. El informe que presentó en febrero de 2020, titulado “Las mujeres en el corazón de la economía: Francia, pionera del liderazgo femenino en un mundo en plena transformación”, se basa en gran parte en la labor de los miembros del comité estratégico del foro: el círculo “Mujeres y clima” está dirigido por BNP Paribas; “Mujeres y acceso a los servicios de salud”, por Axa; “Mujeres e inteligencia artificial”, por Microsoft. “Es una cuestión de justicia y equidad, pero también de rendimiento económico: de aquí a 2025 es posible crear 240 millones de puestos de trabajo [en el mundo] y añadir 28 trillones de dólares al producto interior bruto si mujeres y hombres están representados a partes iguales”, señala el documento, el cual tenía que desembocar en un proyecto de ley sobre la emancipación económica de la mujer, y que ha quedado en el aire de momento. La mayoría de las veintisiete medidas propuestas conciernen el acceso a las profesiones tecnológicas y científicas, la implementación de cuotas, el acceso al patrocinio y también la creación de becas de excelencia. Solo hay dos referencias a la igualdad salarial y un punto que recomienda la ampliación del permiso por paternidad, medida que entretanto se ha hecho efectiva, ya que en Francia va a duplicarse –de 14 a 28 días– a partir del 1 de julio de 2021.
Esas afinidades electivas entre las redes de mujeres empresarias y la “macronía” han contribuido a la marginación de los sindicatos de trabajadores sobre la cuestión de la igualdad laboral. En 2018, el Gobierno solicitó como experta a Sylvie Leyre, entonces directora de Recursos Humanos de Schneider Electric. La ministra de Trabajo, Pénicaud, le pidió que definiera las modalidades de un programa de evaluación de las desigualdades salariales. Su informe dio lugar a la creación del “índice de igualdad profesional”, incorporado a la “ley para la libertad de escoger su futuro profesional” de 2018. Según Pochic, cabe relativizar la eficacia de esta herramienta, que el Gobierno presenta como “determinante”: “Este índice facilita los siguientes datos: el número de mujeres entre los diez salarios más elevados de la empresa; la obtención o no de un aumento de sueldo tras reincorporarse después del permiso de maternidad; la diferencia salarial respecto a un grupo profesional equivalente, etc. Se trata en realidad de una síntesis de indicadores legales que ya existían”. Además, sindicatos e investigadores han criticado el método para calcular las diferencias salariales. “El índice ha dejado fuera parte de los factores estructurales de la brecha salarial: en líneas generales, las diferencias en el tiempo de trabajo, las diferencias acumuladas a lo largo de la carrera y el desprestigio para con los oficios donde predominan las mujeres no se han tenido en consideración”, señalaba un comunicado de prensa del sindicato francés Confederación General del Trabajo (CGT) en marzo de 2019.
El equipo de Gobierno de Macron, al tiempo que se valía del conocimiento experto de empresarias y altos ejecutivos del sector privado para redactar proyectos de ley, se ha distanciado de algunas asociaciones feministas tradicionales. “No hemos tenido ningún contacto con Marlène Schiappa durante un año y medio –recuerda Caroline De Haas, fundadora del colectivo #NousToutes–. Las cosas cambiaron solo después de nuestra marcha [contra la violencia de género y sexual, en noviembre de 2019] que reunió a 30.000 personas”. Marilyn Baldeck, delegada general de la Asociación Europea contra la Violencia hacia las Mujeres en el Trabajo (AVFT, por sus siglas en francés), lamenta la desaparición de “los cauces de comunicación con las autoridades públicas a partir de 2017”. Marlène Schiappa asume esta ruptura con “asociaciones satélite del Partido Socialista”, según sus palabras, precisando que las subvenciones a la AVFT se han mantenido: “Es una asociación politizada, comprometida con los partidos de izquierda. Yo no escribo los proyectos de ley dando un bolígrafo a gente que se opone al Gobierno”, contesta, algo molesta ante nuestra pregunta. Marilyn Baldeck lo niega, y parece que hasta le hace gracia: “En contra de lo que piensa la ministra, ni la AVFT ni yo misma hemos sido nunca cercanos al Partido Socialista ni a ningún otro partido”.
Para ser noticia, las redes de mujeres líderes empresariales disponen de poderosos portavoces mediáticos, próximos a su sensibilidad política. A cambio, las grandes empresas que las apoyan, socias y a veces anunciantes de estos medios de comunicación, se compran un escaparate feminista. Así, el “Davos de las mujeres” utilizó las redes mediáticas de la comunicadora Anne Méaux (véase el recuadro de la página 25), y posteriormente las de la agencia Publicis (6). Cada año, recibe una cobertura elogiosa en Le Figaro, en la revista Elle, pero también en Challenges, Les Échos o La Tribune (7), que son socios suyos. Esta cercanía puede dar lugar a una censura más o menos sutil. Un periodista que ha trabajado en uno de estos medios nos cuenta una conversación telefónica entre una colaboradora independiente y una ejecutiva de la redacción: “Publicar un retrato de Anne Méaux sería arriesgado –decía la periodista–. Tiene mucho poder. Conoce a todos nuestros anunciantes. Si la criticara, me echarían a la calle”.
En el mismo equipo de redacción, una joven periodista escribe un artículo sobre la política social de L’Oréal, después de que una empleada denunciara una discriminación por su embarazo. Los representantes de la marca, el segundo mayor anunciante de la publicación, llaman inmediatamente a los máximos responsables de la redacción para que modifiquen el artículo ya en línea y publiquen su derecho a réplica. De ahí en adelante, las únicas menciones a la compañía en ese medio de comunicación son laudatorias. El grupo de cosméticos que financia el WF pretende cuidar su imagen feminista. Es socio del Consejo Consultivo para la Igualdad entre Mujeres y Hombres creado en 2019 por el G7 (que Francia presidía aquel año) con el apoyo de Marlène Schiappa. Otra ilustración de esta complicidad es una llamada de la dirección de la SNCF (la sociedad nacional de ferrocarriles franceses) a los periodistas de la redacción en la primavera de 2019. En pleno movimiento social contra la reforma que debe abrir a la competencia el transporte de pasajeros, solicita un artículo que elogie su política en materia de igualdad de género. A cambio, los periodistas recibirán billetes de tren gratis.
Para estos medios de comunicación, la promoción de mujeres líderes empresariales se ha convertido en un tema recurrente, e igualmente en un maná financiero. Desde hace ya cuatro años, el premio Business with Attitude, organizado por Madame Figaro, recompensa a las emprendedoras que dirigen una startup. El examen del centenar de expedientes de candidaturas lo llevan a cabo la redacción y un jurado compuesto en gran parte por ejecutivos de grandes empresas. Este año son: La Poste, Accor, Oddo BHF Banque privée, Engie, Google y EY, sin olvidar el banco público Bpifrance, representado por Patrice Bégay. A cambio de su financiación o participación, estas empresas consiguen asociar su nombre de forma positiva, lo que puede resultar útil cuando se trata de desviar la atención de ciertos temas que molestan. En 2019, en pleno caso Carlos Ghosn (8), un representante de Renault declaraba por ejemplo, en un desayuno para la entrega del premio, el inquebrantable apoyo del fabricante de automóviles y de su presidente a la causa de las mujeres.
Por su parte, la revista Elle lanzó Elle Active, un foro dedicado al lugar de la mujer en el mundo del trabajo. En la edición de 2019, invitados como la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y Jacques de Peretti, presidente ejecutivo de Axa France, pudieron presentar su visión del feminismo, compartiendo estrado con redes como Force Femmes, el Laboratoire de l’égalité, Financi’Elles o InterElles. No muy lejos, un stand de L’Oréal París ofrecía maquillar a las participantes para enfatizar la importancia de la apariencia en la contratación laboral. Presente como observadora en la edición de 2019, Sophie Pochic señala que “este tipo de eventos, gracias al patrocinio de las marcas, permite que un periódico con dificultades siga existiendo. Este aspecto financiero a veces cuenta más que el contenido de los debates. Como el evento es gratuito, ayuda a popularizar la causa de los líderes empresariales”.
Si bien la feminización de las esferas de poder va por buen camino, ocurre lo contrario en la base de la pirámide: en 2018, el 78% de los empleados a tiempo parcial eran asalariadas; casi una de cada tres mujeres tenía un trabajo a tiempo parcial (9). Este tipo de contrato predomina en las profesiones muy feminizadas del sector de los servicios (limpieza, restauración, gran distribución, sanidad, etc.). ¿Cómo remediar esta política de igualdad profesional de dos velocidades? Delphine Remy-Boutang considera que el emprendimiento empresarial es una vía para salir de la precariedad: “Muchas mujeres ocupan empleos que van a desaparecer; las cajeras, por ejemplo. Tenemos que ayudar a estas mujeres a transformarse digitalmente”.
Este es también el planteamiento de Force Femmes. La asociación, creada en 2005 en torno a las mismas figuras que el WF, la preside hoy Véronique Morali. Con el apoyo financiero de grandes empresas, los voluntarios de la asociación ayudan a mujeres desempleadas mayores de 45 años a encontrar un trabajo o a crear su propia empresa. “Las mujeres burguesas en ocasiones se han valido de su posición dominante para ayudar a otras mujeres –analiza Picq–. Entre la filantropía y cierto tipo de activismo feminista, la línea muchas veces es delgada”. “No creo que la feminización de las esferas directivas sea de forma automática una palanca para la igualdad profesional”, afirma más rotundamente Marion Rabier, profesora titular de ciencias políticas en la Universidad de Mulhouse. Y como prueba de ello, cita el caso de una asidua del WF, a quien conoció con motivo de uno de sus estudios: se quejaba de sus dos secretarias, ambas de permiso por maternidad en aquel momento, y le confió su intención de contratar a mujeres de mayor edad en el futuro...
Las preferencias ideológicas de estas mujeres las llevan a apoyar reformas que perjudican a la gran mayoría de sus congéneres. En septiembre de 2017, antes de firmarse las ordenanzas que reformaban el código del trabajo, para gran satisfacción de Laurence Parisot, expresidenta del Mouvement des Entreprises de France (MEDEF, la patronal francesa), unas sesenta personalidades y organizaciones feministas alertaron contra unas medidas que iban a “acrecentar las desigualdades profesionales” (10). Mostraban especial preocupación por la supresión de los Comités de Higiene, Seguridad y Condiciones de Trabajo (CHSCT), fusionados con otras dos instancias en los nuevos Comités Sociales y Económicos (CSE). “Justo cuando algo empezaba a moverse en relación con la consideración de la violencia contra la mujer en el trabajo, se suprimen los CHSCT”, comenta Marilyn Baldeck.
Llevan años multiplicándose las huelgas de trabajadoras de la limpieza empleadas en régimen de subcontratación en los hoteles. En el verano de 2019, coincidiendo con una movilización en el hotel Ibis Batignolles, en el distrito 17 de París, Marlène Schiappa anuncia que quiere examinar su situación. Sébastien Bazin, presidente del grupo Accor, del que forma parte este hotel, fue uno de los distinguidos invitados del WF en 2015. En septiembre de 2019, Schiappa acude al piquete de huelga del Ibis Batignolles. “Ha dejado claro que no podía interferir en las decisiones económicas de la empresa y, por lo tanto, en la subcontratación”, comenta una sindicalista comprometida con la lucha de las empleadas (11). La actualmente ex secretaria de Estado afirma haber respaldado el “principio” del proyecto de ley propuesto por el diputado François Ruffin (de Francia Insumisa) destinado a “regular la subcontratación” en el sector de la limpieza, antes de que este lo retirara. En realidad, si el político de izquierdas decidió retirar el texto a finales de mayo de 2020, fue por considerar que la mayoría parlamentaria lo había “vaciado de su contenido”.
Desde julio de 2020, Marlène Schiappa ha sido sustituida en el cargo por Elisabeth Moreno, ministra delegada de Igualdad entre Mujeres y Hombres. La expresidenta de Lenovo Francia, y posteriormente de Hewlett-Packard África, es una “amiga del Women’s Forum”, según Chiara Corazza: “Intentaré ayudarla en todo lo que pueda”. También fue miembro del Club XXIe Siècle, y asidua de la Jornada de la Mujer Digital y de Women in Africa, una plataforma fundada en 2015 por Aude de Thuin: “Tengo muchas esperanzas puestas en Elisabeth Moreno, a quien conozco bien”, confía la fundadora del “Davos de las mujeres”.
Poco después de asumir el cargo, la ministra Moreno organizó un almuerzo con las asociaciones feministas, algo desatendidas por su antecesora. Dicho esto, no queda claro que se esté abriendo una nueva página. En esa reunión, cuando una activista de la Federación Francesa de Solidaridad entre Mujeres estaba explicando que su asociación coordinaba una red de apoyo y acogida para víctimas de violencia a la vez que gestionaba una línea telefónica de urgencia, la ministra le contestó con toda naturalidad: “Sí, ya entiendo, se está usted refiriendo a la experiencia del cliente”. Unas semanas más tarde, el Gobierno anunció que quería hacer de ese número telefónico, el 3919, un contrato público abierto a la competencia. “Una decisión que podría llevar, tarde o temprano, a que se confiara […] a un operador más preocupado por la rentabilidad económica que por la calidad del servicio prestado a las mujeres”, según el llamamiento que Solidaridad entre Mujeres publicó en línea el 16 de noviembre...