La preocupación con la que Arabia Saudí recibió la victoria de Donald Trump el pasado mes de noviembre no carece de fundamentos. Después de todo, su examiga Hillary Clinton no escatimaba en elogios sobre el reino, al cual presentaba como una fuerza de paz y de estabilidad, mientras que su adversario decía lo peor sobre este país desde hacía años. Tras los atentados de septiembre de 2001, Trump acusó a Riad de ser “el mayor proveedor de fondos del terrorismo a nivel mundial”: la monarquía petrolera, escribía, utiliza “nuestros petrodólares –nuestro dinero– para financiar a terroristas que pretenden destruir a nuestro pueblo, al tiempo que los saudíes cuentan con nosotros para protegerlos”. Durante su campaña electoral, amenazó con bloquear las importaciones de petróleo saudí si el reino no intensificaba su lucha contra la Organización del Estado Islámico (OEI).
Sin embargo, solo siete meses después de su elección, el presidente estadounidense eligió (...)