Hacia finales de los años 1980 empezó a imponerse la consigna de la creación de valor para el accionista o Shareholder value (inicialmente shareholder value creation). Este concepto no sólo alteraba la organización y el funcionamiento tradicionales de las empresas, sino también la cohesión social de la casi totalidad de los países industrializados. La shareholder value, proveniente de los departamentos de “fusión y adquisición” de los bancos de negocios anglosajones, apuntaba inicialmente a determinar el beneficio, para el accionista, de una operación de fusión o de compra entre dos empresas. Pero poco a poco se convirtió en el patrón de las operaciones financieras de la empresa, en detrimento de toda lógica económica e industrial.
Hasta entonces conminadas a crecer, fusionarse, ser absorbidas o desaparecer en nombre de las economías de escala y de una competencia desmedida entre ellas, en adelante las empresas sólo lo hicieron en vistas a ofrecer una ganancia (...)