(…) Es necesario, es urgente que nuestros dirigentes y nuestros trabajadores de la pluma aprendan que no existen escritos inocentes. En estos tiempos de tempestades, no podemos dejarles sólo a nuestros enemigos de ayer y de hoy el monopolio del pensamiento, de la imaginación y de la creatividad.
Es necesario que antes de que sea demasiado tarde –porque ya es tarde– esas elites, esos hombres del África, del Tercer Mundo, vuelvan a ser ellos mismos –es decir, vuelvan a su sociedad, a la miseria que hemos heredado– para comprender no solamente que la batalla por un pensamiento al servicio de las masas desheredadas no es en vano, sino que la única manera de hacerse creíbles internacionalmente es inventando realmente, es decir, dando de sus pueblos una imagen fiel, una imagen que les permita realizar cambios profundos en la situación social y política, que puedan arrancarnos de la dominación y la explotación (...)