Cada día un poco más, Ernesto Che Guevara se alejaba de sus ilusiones iniciales sobre la URSS y el marxismo de tipo soviético. En una carta de 1965 a su amigo Armando Hart (ministro cubano de Cultura), critica duramente el “seguidismo ideológico” que se manifiesta en Cuba con la edición de manuales soviéticos para la enseñanza del marxismo, un punto de vista que converge con el defendido en la misma época por Fernando Martínez Heredia, Aurelio Alonso y sus amigos del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, editores de la revista Pensamiento Crítico. Estos manuales –que llama “ladrillos soviéticos”– “tienen el inconveniente de que no te dejan pensar: el Partido ya lo hizo por ti y tú debes digerirlo”.
Cada vez más explícitamente, se percibe la búsqueda de otro modelo, de un método diferente de construcción del socialismo, más radical, más igualitario, más solidario.
La obra del Che no (...)