La red eléctrica iraquí se presta magníficamente a una metáfora. El acceso a la energía, punto de partida de cualquier actividad humana, debería ser el último de los problemas en un país rico en hidrocarburos, recorrido por grandes ríos y soleado como el jardín del Edén. Sin embargo, el abastecimiento de electricidad ilustra las disfunciones y los enredos infernales del sistema político iraquí.
En primer lugar, el Estado no ofrece más que un servicio residual, limitado a unas cuantas de horas al día de corriente eléctrica. La situación no es mejor en los barrios populares de mayoría chií: en lo que respecta a sus disfunciones, el sistema no es en absoluto sectario… En Basora, gran ciudad del sur que flota sobre inmensos recursos petroleros, las autoridades locales anticiparon las revueltas que podían producirse como reacción a los cortes estivales –en una zona donde las temperaturas superan los 50 ºC– solicitando ayuda (...)