La inmigración marroquí al Viejo Continente empezó pocos años después del final de la Segunda Guerra Mundial, pero de forma intensa a principios de los años 1960 cuando la economía europea de ciertos países –Francia, Alemania, Bélgica, Holanda– necesitaba mano de obra para sectores como la industria del automóvil y la construcción entre otros. A partir de mediados de los años 1960, los emigrantes marroquíes que llegaron a Europa empezaron a enviar dinero a sus familias. Las sumas transferidas apenas alcanzaban unas decenas de millones de euros, pero eran de notable importancia para la economía de un país pobre que acababa de salir (en 1956) de medio siglo de colonización hispano-francesa. Desde entonces, el peso de esas remesas se hizo notar en la economía marroquí. Las autoridades encontraron en los envíos de dinero una nueva fuente de divisas europeas para corregir el déficit comercial con el exterior.
Tres países (...)