La sintonía general que tradicionalmente ha caracterizado las relaciones entre España y China atraviesa un momento de vacilación. Esta incertidumbre no afecta al relativo buen tono de las relaciones económicas y comerciales, ni tampoco a las culturales o educativas. Por el contrario, en lo político, el distanciamiento operado por España al rechazar suscribir el memorándum de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, siglas en inglés) durante la visita del presidente chino Xi Jinping, en noviembre de 2018, quiebra una trayectoria que se remonta prácticamente al inicio de las relaciones diplomáticas entre ambos países (1973). Si la simpatía recíproca derivada del paralelismo oblicuo de sus respectivas transiciones iniciadas a finales de los años setenta del siglo pasado llevó a China a calificar a España como “el país más amigo” en Europa, la perplejidad actual instaura una fase presidida por la ambigüedad.
Esa calificación como “el mejor amigo” de China (...)