Entre 1950 y 2012, quinientas treinta y seis catástrofes de consideración azotaron Filipinas, según la Emergency Events Database (Emdat) del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de Desastres. Estas catástrofes espectaculares no pueden hacer olvidar que, todos los días, miles de filipinos se enfrentan a deslizamientos de terrenos o inundaciones de menor amplitud que amenazan su seguridad alimentaria y afectan a su salud y a la educación de sus hijos. Pero, en vez de atacar las causas profundas de esta situación, se buscan culpables: “la naturaleza”, “los malos”, “los pobres”.
En un país geológicamente inestable y atravesado todos los años por una veintena de ciclones, en un contexto mundial de cambios climáticos, parece evidente, a los ojos de una parte del mundo científico, de los medios de comunicación y de los dirigentes políticos, que la naturaleza es la causa. Los datos climáticos y geológicos disponibles desde finales del periodo colonial español (...)