Desde 1979, se elige a los miembros del Parlamento Europeo por sufragio universal directo. Sin embargo, hasta ahora, las campañas previas a los escrutinios abordaban muy poco las problemáticas europeas, o sólo de una manera vaga o a modo de un canto de sirenas, estilo “mañana la Europa social”. En realidad, todos sabían perfectamente que esas elecciones tenían un objetivo muy diferente: medir las relaciones de fuerzas políticas en el seno de cada país.
Esta instrumentalización era difícilmente evitable en la medida en que la composición del Parlamento era el resultado de tantas elecciones nacionales como Estados miembros tenía la Comunidad Económica Europea (CEE), convertida en Unión Europea (UE) en 1993. Por otra parte, sólo una ínfima minoría de ciudadanos tenía claro el papel de la Comisión Europea (CE), del Parlamento, del Consejo Europeo (confundido a menudo con el Consejo de Europa), y del Tribunal de Justicia. Sin hablar del Banco (...)