Cuando el emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, tomó la palabra ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, en septiembre de 2017, su país sufría desde hacía tres meses el embargo de sus vecinos. Su discurso sorprendió en Doha, no por la exaltación del orador –su tono es más bien monótono–, sino por una pequeña frase. “Permítanme, en esta ocasión (…), expresar mi orgullo hacia mi pueblo qatarí, así como hacia los residentes multinacionales y multiculturales en Qatar”, afirmaba, alegrándose de la resiliencia colectiva frente al bloqueo. Sin duda hacían falta unas circunstancias muy particulares para que qataríes y extranjeros se mezclaran en un discurso oficial. Pero, aunque notable, este esbozo de unión nacional sigue siendo totalmente retórico, pues las disparidades de nivel de vida y de consideración social son abismales entre estas dos categorías de población.
Qatar y los Emiratos Árabes Unidos cuentan con (...)