En la tradición persa es frecuente encontrar miniaturas cuyo tema central es el lector o la lectura. Con la disposición gráfica que el género ilustrado da al tema podemos observar una serie de variaciones sobre este motivo. Dos son las más frecuentes. Una, la acción tiene lugar en suntuosos recintos palaciegos. Especie de gabinetes profusamente decorados y en los que todo se halla dispuesto para el tiempo del lector. Un preciso orden de las cosas, un tiempo sometido al ejercicio de la lectura sin nada más que lo perturbe. Unas veces, acompañan al lector otras personas, una mujer, que escucha y sigue el relato contado por el lector del libro. Se supone, porque se evidencia, que la mirada de quien escucha dibuja en el espacio del gabinete la historia en sus más precisos pormenores. El estado de quietud nos permite incluso imaginar la historia, a pesar de que no siempre (...)
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Cunado el mundo pasa a ser literatura
El gabinete del lector
Entendida en sus formas más varias, la lectura es el dispositivo que une el sentido del mundo y el de la vida. La iconografía, tanto oriental como occidental, ha representado constantemente ese particular estado de quietud y de ensimismamiento que es el leer. Porque el lector auténtico no se refugia en cualquier lugar, elige una atmósfera favorable en un noble y culto retiro –el gabinete de lectura– digno del libro, el más mágico de los objetos. He aquí una historia de ese vicio impune, la lectura.
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