Nosotros, los mayores, debemos cumplir con nuestro deber de transmisión. Contarles a los jóvenes que un planeta Tierra sin teléfono móvil fue posible.
Misión delicada. Habrá que ser singularmente persuasivo para que los nativos digitales, categoría antropológica condenada a la extinción cuando todos los seres humanos nazcan bajo el régimen digital, conciban que el objeto no siempre prolongó nuestras extremidades superiores. Que se trata de un injerto. Que el 99,9999% de nuestros congéneres que han pasado por la Tierra no disfrutaron de esta herramienta providencial. Que durante mucho tiempo en el extremo de los brazos solo hubo manos. A veces no sabíamos qué hacer con ellas. Avergonzados, las metíamos en los bolsillos.
Pese a estar tan desvalidos, atravesamos los siglos, construimos barcos de vela, inventamos el mus, escribimos Macbeth, quemamos brujas. Luego inventamos el teléfono. Luego inventamos una variante inalámbrica que nosotros, gente senil, todavía llamamos teléfono móvil, en referencia a un (...)