Stanley Hoffmann consideraba que la mejor explicación del estallido de la Segunda Guerra Mundial la daba Rinoceronte, la obra teatral de Eugène Ionesco. Para este eminente académico estadounidense, lo absurdo de la obra “captura, mejor que cualquier libro de historia o de ciencias sociales, todos los disparates y tragedias de este largo descenso a los infiernos”. La alegoría, que trata de la transformación de toda la población en rinocerontes (con la excepción de un solo hombre), ilustra efectivamente la dinámica de un totalitarismo que se adueña hasta de las mentes menos dóciles.
Los artistas han echado mano del registro satírico con más frecuencia para acercarse a los principales problemas de su tiempo. En El gran dictador, Charles Chaplin, quien también dirigió esta película de 1940, interpreta dos papeles: el del dictador Adenoid Hynkel, obviamente inspirado en Adolf Hitler, y el de un pobre barbero judío víctima de las persecuciones. En las (...)