En enero pasado, la primera ministra de la República Popular de Bangladesh, Hasina Wajed, lanzaba una ofensiva sin precedentes contra el orden religioso que imperaba hasta entonces en su país. Contando con la Corte Suprema para eliminar de un plumazo la enmienda constitucional que, en 1979, había convertido a Bangladesh en una república islámica, devolvía al tercer país musulmán más grande del mundo su estatuto original de Estado secular. Esta primera medida legislativa se inscribe en la voluntad de recuperar un aparato de Estado en manos de dirigentes islámicos desde hace más de treinta años. Más allá de las instituciones, conduce a una transfiguración de toda la sociedad.
Desde hace varios meses, el partido de Hasina, la Liga Awami (centroizquierda), actúa en todos los frentes para erradicar cualquier huella de un islam rigorista. Así, se destinaron varios millones de dólares a rebautizar decenas de edificios públicos, que hasta ahora llevaban los (...)