En la actualidad, la práctica deportiva se extiende por todas las capas sociales, en primer lugar gracias al deporte asociativo y escolar, incluso si el Estado prefiere subvencionar mayoritariamente el deporte de alto nivel. Ahora bien, esta democratización es fruto de una auténtica lucha de clases. En los albores del siglo XX, los obreros no solo trabajaban a diario entre doce y dieciséis horas, seis días a la semana, por salarios miserables, sino que, además, se les prohibía claramente practicar deporte. La prueba: la poderosa Unión de Sociedades Francesas de Deportes Atléticos (USFSA, por sus siglas en francés), fundada en 1890 y matriz de las futuras federaciones francesas, exigía en sus estatutos que el socio “no se entregue a ninguna profesión obrera”… El acceso tanto a las competiciones como al terreno de juego era el coto privado de la burguesía: no había lugar para los “mendigos del estadio”.
De forma paralela, (...)