En Rusia, la irrupción brutal de la economía de mercado aceleró las mutaciones del comercio. Los tenderetes desaparecieron de las calles de Moscú antes de haber tenido la oportunidad de desarrollarse plenamente. Estas pequeñas tiendas se multiplicaron durante la década posterior a la caída de la Unión Soviética, en 1991. La ausencia de un marco jurídico, unida a la explosión de la precariedad, llevó a numerosos ciudadanos, movidos por un imperativo de supervivencia, a abrir malyï bizness (“pequeños negocios”). Como las ciudades soviéticas no se diseñaron pensando en calles de tiendas, los locales comerciales eran escasos. A falta de espacios adaptados, las amplias aceras de Moscú se llenaron de puntos de venta prefabricados y de pequeños quioscos.
Algunos vendedores se agruparon conformando mercados cubiertos, otros abrieron tiendecitas individuales, generalmente estrechas y acristaladas, dispuestas unas al lado de las otras en los alrededores de las paradas de metro y en los cruces (...)