Al presidente del Consejo italiano, Matteo Renzi, le gusta presentarse como un dirigente político moderno e innovador. Así, su reforma del mercado laboral habría liberado al país de sus arcaísmos y reducido el desempleo. Sin embargo, las medidas adoptadas por su Gobierno para reactivar el empleo, conocidas con el nombre de Jobs Act, no han hecho sino llevar más lejos aún la lógica de las antiguas recetas liberales.
La flexibilización del mercado laboral italiano comenzó en 1983, cuando los interlocutores sociales (las federaciones sindicales, la patronal y el Ministerio de Trabajo) firmaron los Acuerdos Scotti. Además de limitar la indexación de los salarios con respecto a los precios, este texto introdujo el primer contrato atípico, de duración determinada y destinado a los jóvenes: el “contrato de formación y de empleo”. Desde entonces, numerosas leyes han ampliado el abanico de los contratos disponibles, de tal modo que hoy existen cerca de cuarenta. (...)