El 15 de mayo pasado, en muchas partes del mundo, los activistas celebraron el primer aniversario del nacimiento –en la Puerta del Sol, en Madrid– del movimiento de los Indignados: el 15-M. Este movimiento, apoyándose en la ocupación pacífica de las plazas públicas, se inspiraba directamente de las grandes concentraciones de la “primavera árabe” que, pocos meses antes, habían provocado la caída de los dictadores Ben Alí y Mubarak. Esta forma de protesta contra el orden establecido se reiteró más tarde en cerca de ochenta países, y en primer lugar en Estados Unidos con el movimiento Occupy Wall Street, luego en Londres contra la City, en Frankfort contra el Banco Central Europeo (BCE) y en Québec contra los recortes en educación.
En cada país existen razones específicas para oponerse a políticas y prácticas gubernamentales caracterizadas por la capitulación ante las finanzas y por una caricatura del funcionamiento democrático. En virtud de (...)