Perito en almanaques, recopilaciones y catálogos heterodoxos, inventor de un género fronterizo entre la poesía, la teoría literaria, la meditación autobiográfica y el relato de misterio, Bernardo Atxaga (Guipúzoa, 1951) evoca en su último texto la tensión argumental de “Inventario de Henri Bengoa”, una pequeña obra maestra que servía de epílogo a Poemas & Híbridos. Casi veinte años después, nos hallamos de nuevo ante un memorial, es decir, ante una construcción cuyo último destinatario es la muerte, pero cuyo devoto arquitecto es el amor.
Estamos en ese lugar común de la literatura donde juegan sus cartas Dylan Thomas (Retrato del artista cachorro), Sherwood Anderson (Winesburg, Ohio) y, de vez en cuando, Raymond Chandler (El largo adiós). Tanto como cada uno de ellos, o acaso en mayor medida que ninguno de los tres, Bernardo Atxaga –autor de una copiosa bibliografía de cuentos para niños– experimenta con la ingenuidad como técnica literaria. Nada (...)