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Asaltos a la Historia

Editorial, por Benoît Bréville, junio de 2023

Cualquiera que descubra la Segunda Guerra Mundial a la luz de sus conmemoraciones de 2023 no entenderá gran cosa. El 27 de enero, el director del Museo de Auschwitz celebraba el aniversario de la liberación del campo sin invitar a sus libertadores. Se aludió a Rusia durante el discurso protocolario, pero solo para comparar Auschwitz con la guerra en Ucrania: “una vez más, personas inocentes son asesinadas en masa en Europa”. El 25 de abril, el presidente neofas­cista del Senado italiano, Ignazio La Russa, también celebró la liberación de su país fustigando a Moscú. De visita en Praga, depositó flores en el monumento a Jan Palach (1) y luego visitó un campo de concentración nazi. “Un intento mezquino de meter en el mismo saco ‘todos los totalitarismos del siglo XX’, en una noche donde todos los gatos son pardos, al punto que terminamos no viendo ningún gato”, ha comentado la filósofa Cinzia Sciuto (2).

A la vista de esas ceremonias, ¿quién pensaría que la mayor derrota infligida a las tropas de la Wehrmacht tuvo lugar en Stalingrado?; ¿que once millones de soldados soviéticos cayeron en combate contra Alemania, a los que habría que añadir quince millones de civiles muertos? Hace sesenta años, el presidente estadounidense John F. Kennedy admitía sin reservas que “ninguna nación en la historia de las guerras sufrió tanto como la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial” (3). Ningún dirigente occidental se arriesga ya a semejante observación. La invasión de Ucrania no lo permite; en adelante, toda mención favorable a la Unión Soviética o a Rusia está prohibida.
Desde hace un año, una oleada revisionista recorre Europa. En el Este, cientos de calles cuyo nombre no había cambiado tras la caída del Muro son rebautizadas, muchas estatuas son desmontadas y algunos edificios demolidos. Letonia, no contenta con haber destruido en Riga un obelisco de ochenta metros dedicado a la victoria del Ejército Rojo sobre los nazis, ha inventariado otros sesenta y nueve vestigios conmemorativos de esa clase que pretende derribar. La lista estonia incluye más de cuatrocientos emplazamientos, mientras que en Lituania la purga se extiende a la obra de artistas nacionales sospechosos de simpatizar con el comunismo (4). El pasado figura entre las víctimas de la guerra de Ucrania, donde mercenarios rusos tatuados con esvásticas aseguran estar llevando a cabo una operación de “desnazificación”. A cada uno sus manipulaciones...

En Occidente, la batalla por la memoria se libra en los parlamentos. El 28 de marzo, a petición de Kiev e imitando a sus homólogos alemanes y europeos, los diputados franceses aprobaron una resolución que reconoce el carácter “genocida” de la hambruna ucraniana de 1932-1933. Un gesto “importante para mantener el apoyo de la opinión ­pública occidental, que es determinante para el desenlace del conflicto armado [en Ucrania]”, en palabras de sus promotores. Sin embargo, la cuestión no genera consenso entre los especialistas, quienes debaten sobre el carácter selectivo y étnico de esa hambruna, así como sobre su agravamiento intencionado y su amplitud. Pero, cuando se trata de condenar a Moscú, la Historia solo es un arma más.

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(1) Por el nombre de un estudiante que en enero de 1969 se inmoló prendiéndose fuego en protesta por la ocupación soviética de Checoslovaquia.

(2) Cinzia Ciuto, “La destra che ha paura del 25 aprile”, MicroMega, 24 de abril de 2023, www.micromega.net

(3) Discurso en la Universidad Americana de Washington, 10 de junio de 1963.

(4) Adam J. Sacks, “Equating the Soviet Union with nazi Germany is terrible history”, Jacobin, Nueva York, 27 de enero de 2023.

Benoît Bréville

Director de Le Monde diplomatique.

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