“No existe imaginación que proporcione lo que nos ofrece a veces la vida más corriente y vulgar”. La cita es de Fiódor Dostoyevski, pero bien podríamos atribuirla a Matsumoto. Compañero de Tatsumi en aquel movimiento llamado gekiga, que elevó el cómic japonés a la categoría de lectura para adultos en los años 1960 y 1970, pasa por ser generalmente desconocido. Esto quizá se deba al enfoque de su obra. Su retrato de la juventud del Tokio de aquellos años huye de lo sórdido para acercarse al drama cotidiano, al absurdo de un comportamiento social que cae fácilmente en lo ridículo e hilarante ante nuestros ojos.
Eternamente traumatizados por la modernidad, los japoneses de sus historias quedan retratados como auténticos discapacitados emocionales con serias dificultades para gestionar sus afectos y deseos sexuales. En este sentido, cabe destacar el papel protagonista de los personajes femeninos, cuyo tratamiento resulta refrescante incluso hoy en día. (...)